No sé qué estoy haciendo, rezo por no ser BPD, eso no existe.


Kant quería explicar que podía existir conocimiento sintético a priori poniendo como ejemplo las matemáticas. Mi futura muerte era un saber a priori y analítico: era necesaria y universal; no me podría escapar ni yéndome a Proxima b y concluía que, dentro del concepto de ser humano, el cual no aparece en el diccionario, la muerte estaba implícita. No se podía vivir sin fallecer ¿Realmente estaba la muerte implícita en la idea de humanidad? ¿No era solamente una consecuencia de la incapacidad de los telómeros para hacer eterna la división celular? Existencia antes que esencia. Intentaba dejar todo representarse en mi mente en su estado puro (¿es esto meditación?) el árbol muerto por el invierno me parecía grotesco, lograba divisar algo en las puntas similar a una plaga o enfermedad de transmisión sexual, pero a los pocos segundos me imaginaba que eran los nidos y polluelos que extrañamente callados se sometían al atardecer. Tan delgado y fino, con sus ramitas artríticas quería alcanzar el cielo rojizo, y sí eso era lo más hermoso que podía ver en ese momento me conformaba. “Hermoso”. Sí, hermoso. Me resultaba imposible reflejar las cosas en su estado puro. ¿O era aquel árbol hermoso? Suspiraba una vez más y me trastornaba, infancia, humillación, vergüenza, Kant, el árbol y vergüenza ajena. No sé si era hermoso, pero me calmaba y era mejor que estar mirando la pared de ladrillo marrón manchada con la mierda blanca de las palomas, si cagaran en otros colores parecería un cuadro de Pollock y tal vez podría observarla y sacar una conclusión ajena a la cruda realidad de esta ciudad sin identidad, patriotismo antes que vacío. Riamos que todos moriremos, la tristeza se esconde, eso es valentía; se es valiente cuando se tiene miedo: es la única oportunidad. Mi oportunidad de brillar era esta y me estoy ahogando en el Canelillo de nuevo.

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