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La apatía nos llama la verdad
que lo querido, amado, consumado,
jamás nunca más volverá amarrado
de la primeriza eterna bondad.

Y mi alma pide a gritos: “Aceptad,
que lo borrado, quemado, enterrado,
jamás nunca más será apaciguado
por esta trastornada enfermedad”.

No hay manera de sentir sin vivir
y escribiendo tampoco vivirás,
era lo que le escuchaba decir.

Pero a decir verdad lo que serás,
acata más lo que quieras sentir
y lo que decidas que abrazarás.

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