Qué dirán los vecinos

Procrastinaba el cocinar arroz por alrededor de tres horas, el futuro no me agradaba mucho y la hamburguesa que acompañaría el menú no mejoraba el panorama. Así que después de ciento ochenta minutos de ver videos congelado, escuchando a una australiana hermosa hablar de matemáticas y física cuántica, el chocolate que había destruido (porque creo que me lo comí casi sin saborearlo, la manera correcta de comer chocolate en mi opinión) no era suficiente y el hambre me llevó a velar por mí mismo. Caminaba por el oscuro pasillo y giraba hacia la cocina, cuando por la ventana del living (semi-detached house) veo una camioneta roja detenida en la penumbra, enterrada en la mitad como si fuese una ocurrencia natural, excepto que eran casi las 3 de la madrugada, y el vehículo estaba pegado a la cuneta pero no exactamente al frente de mi casa y tampoco en la del vecino, por lo que interrumpí mi cruzada en busca de mi almuerzo para contemplar la extraña ocurrencia. En la sombra del comedor, la puerta de entrada no me permitía divisar el asiento del copiloto ni del conductor, solo veía parte derecha del capo con el foco por una ventana, y la caja trasera que parecía estar tapada con una cubierta de tela sintética o de cuero por la otra. Todo esto causó que estuviese inmóvil por casi lo que parecieron 10 minutos, mucho más del tiempo necesario para darme cuenta de mi persecución y sentirme ridículo.
Recordé la vez que estábamos con Celine drogándonos en su auto (o solo yo me volaba esa vez, en aquel entonces todavía no se acostumbraba a manejar puesto) estacionados al frente de una casa cerca de acá, también junto a la cuneta, la paranoia tomaba lo mejor de mí y me llevaba a analizar la morada a mi derecha. Celine se burlaba porque quería irme de ahí, le había manifestado mi queja muchas veces, tratando de dejarlo a él como el necio y loco lo insultaba con inseguridades disfrazadas de sensatez.

-Esto es una completa tontera, vamos al frente de mi casa si vamos a estar tan cerca -le comentaba mientras miraba nerviosamente la estructura de reojo.
-¿Cuál es el problema? ¿Tiene la pera, master? A esta hora las personas normales duermen, todos están haciendo tutito  -se reía en su sobriedad.
-No es eso, es solo que me parece ridículo estar al frente de una casa de la cual no sabemos nada, estando tan cerca de donde vivo, sobre todo a esta hora ¿qué pasa si salen a echarnos?

Sabía que la gente era muy paranoica y todos vivían con terror en esta comuna, sobre todo en la noche. Traía adelante la memoria de aquella muchacha que una vez arrancó de mí para cruzar al otro lado de la irregular acera junto a lo que pienso era su hijo o hermano chico. Yo venía metido en una parka grande y ancha que me quedaba un segundo grande, y como también estaba subido me acercaba torpemente a ella por la estrecha vereda, me acercaba a ella porque una vez que la divisé desde la esquina ya me imaginaba qué pasaría y profecía autorrealizada. La espectacular idea del desasosiego fue intentar atravesar al otro lado en el instante en que ya nos veníamos topando, una noche de invierno, cuando no había nadie, con poca iluminación, y cercano a las doce. Ella se puso nerviosa y, y se retorció un poco, tirando del brazo del niño rápidamente para apresurarse a… Y creo que ahora me estaba pasando lo mismo, pero…
Traba de hacerlo entender, pero comprendía que la ansiedad me estaba duchando con agua caliente el pecho, sabía que tenía miedo, pero no podía poner en palabras el por qué, la verdad era que en el fondo intuía, de una manera abstracta, pero lo entendía, o al menos eso suponía.
¿Cómo se le ocurría estar detenido junto a una casa que no era suya ni cuya familia conocía? Me parecía muy raro estar pegados a una vivienda de la cual no sabíamos nada ¿Y sí salía gente? ¿Y si pensaban que queríamos robar? Me atormentaba en los supuestos y la ansiedad me dislocaba la valentía, después de todo si llegaban a decirnos algo por estar al frente…

Volviendo aproximadamente 30 líneas atrás, seguí observando la camioneta, casi rindiéndome ante fantasmas invisibles que jamás apreciaré. Miraba lo que creía era el pololo de la vecina o quizás algún amigo del hermano que venía a dejarlo a esta hora. Me proyectaba inquieto y estúpido, imaginándome lo que las personas que viven a mis costados pensarían de mí. ¿Qué estaba esperando que pasara? ¿Qué algo se sacudiese y me hiciese despertar? Lo único que deseaba era un cambio, la camioneta roja tomaba toda mi atención y me obsesionaba, quería que algo rompiera la tranquilidad. El hogar de la familia que estaba opuesto a mí siempre tenía autos estacionados afuera, no obstante, como podía divisar por la ventana hoy no había ni uno. Seguía plantado porque sabía que no podían verme, la puerta de madera me cubría, si no sabían de mi existencia yo no iba a sentir vergüenza. Ya exhausto de mi narrativa mental, de recordar mi situación con Celine, concluía que si de verdad fuesen ladrones nunca me verían, nunca se imaginarían que estaba parado en la oscuridad en medio del living, observándolos, esperándolos, los tomaría por sorpresa ¿Quién estaría haciendo tal barbaridad a las 3 de la mañana? Ya estaba dispuesto a prender la luz para ir a cocinar mi banquete imperial cuando repentinamente el copiloto baja del auto y se acerca para intentar abrir la reja de la casa, de donde vivo, de mi casa, de la casa de mi tío, a las 2 am. Figuré que mi tío venía llegando. A las 2:30 ¿A las 2:30? No es imposible. Pero mi tío estaba en su dormitorio, roncando. ¿Y qué iba a pasar entonces? ¿Me iban a robar la moto? Corro por el corto y estrecho pasillo hasta el fondo, giro a mi izquierda para abrir la puerta rápidamente con un estruendo de vidrio.
-¡Weón!, ¡weón! -exclamo hacia la total oscuridad tranquilizado un segundo al ver que nadie me contesta.
- ¿Qué? -responde una voz grave, un poco exaltada y medio dormida.
-Están intentando abrir la puerta.
 El susto estalla con una alarma en mi cabeza, inseguro de qué sucedía salto a acción. Me doy media vuelta y entro a mi pieza. Sin prender ninguna luz tanteo ciego por mi bate. Estoy seguro de que estaba pegado al closet, lo agarro y me apresuro por el pasillo, mi tío venía llegando a la puerta.
Titubeo un poco, pienso en pistolas y pólvora y balas, una luz se prende y se apaga, salgo con el bate en mi mano derecha y antes de salir, el tipo, que llevaba puesto un gorro de invierno, ya se percató. Se vuelve hacia la camioneta despreocupadamente. Cuando entiende que ya sus intenciones se revelaron, apura el paso, entra a la camioneta, y yo salgo a la calle. Me voy acercando, se van, miro la patente, los veo doblar, sigo mirando, y estoy yo, blandiendo un bate, a las 3 de la madrugada, con una reja de metro y medio forzada y muerto de hambre ¿Qué pensarían los vecinos si me viesen?

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