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No me
importa esa weá, no me imaginaba sentirme tan diferente a como me sentía antes
de, y lo que más impresiona es el desconocimiento mutuo de los dos estados.
Pero el cuerpo sabe y se manifiesta con la costumbre, agradezco eso y lo maldigo, y en verdad no lo agradezco en nada,
en lo que bifurca, en las secuelas y consecuencias de la adicción, en el
trastorno anular de la mente. Se puede evitar, pero ¿para volver a qué? La
ansiedad estalla y el vaivén y vuelta a la tierra postapocalíptica es la misma
que en cualquier desenlace postguerra: depresión: búsqueda existencial del
sentido humano. Todo en vano, todo repetido por mil generaciones, eternas,
durante miles de años, en un espiral emocional de búsqueda de la felicidad. Las
preguntas están mal planteadas, mal hechas, hay que destruirlas, bombardearlas,
nukearlas desde la órbita, obliterarlas hasta que no queda nada, ninguna duda que nos haga
repetirnos.
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